El gobierno del PP en Madrid ha aprobado la realización por parte de Repsol de estudios sísmicos de cara a la posible extracción de gas en la zona pasiega utilizando la técnica del fracking. Esta técnica ha sido prohibida en todo nuestro territorio por el gobierno del PP en Cantabria con el apoyo de PRC y PSC, aunque dicha prohibición es papel mojado dado que el Estado argumenta que sólo el gobierno central puede legislar sobre el tema.
En respuesta a la aprobación de nuevas prospecciones el PP cántabro ha declarado que mientras ellos estén en el poder no habrá fracking en Cantabria. No creo que a estas alturas sea necesario aclararlo, pero desde luego el Pasiego no deja de entender estas declaraciones como algo puramente populista, en busca del voto fácil y a sabiendas de que llegado el momento, si el PP en Madrid dice una cosa, dará exactamente igual lo que diga el PP en Puertochico.
El PP en Cantabria sabe que la población cántabra está en contra del fracking, y se apunta interesadamente a esa posición por sus más que posibles réditos electorales a corto plazo. Pero no nos hagamos ilusiones, porque se bajarán del barco, que no nos quepa duda alguna. Sin embargo, en un tema medioambiental tan importante como este toca aliarse con el mismísimo demonio si hace falta. O mejor dicho, toca dejar que el demonio se apunte a tus posiciones.
Es necesario luchar para evitar que los intereses de Madrid (y también, no nos engañemos, los de la élite que domina los intereses económicos y políticos de Cantabria con el visto bueno de Madrid) pongan en peligro el patrimonio de todos los cántabros. Aquí ya no se trata de defender un idioma o la cultura locales, de evitar la destrucción de restos arqueológicos o edificaciones antiguas, o de impedir las locuras megalomaníacas del cacique de turno, con todo lo importante que es eso también. Aquí nos jugamos la salud de parte de la población, la destrucción de su modo de vida y de una posible fuente de ingresos por turismo sostenible.
El fracking en Cantabria significa lo mismo que significó el embalse del Ebro en su momento: acción destructora en territorio cántabro y beneficios para otros.
¿Dejaremos que vuelva a suceder?
¡Hasta la regolvía!
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